Respaldo opta por las cabinas mixtas no solo porque esa solución resulta más barata que las cabinas puras (que exige dos intérpretes para cada lengua de trabajo, pues estos solo traducen hacia su lengua materna), sino porque la investigación científica avala la pertinencia de esta solución. Reproducimos aquí un artículo de Ana Villa Alcázar que resume bien ese debate.
AICE defiende la interpretación en cabinas both-ways o bidireccionales
Ana Villa Alcázar
La direccionalidad en interpretación es tema de debate desde hace años. AICE, fundada en 1968, surgió como resultado de la apuesta de un grupo de intérpretes que se unieron y empezaron a ofrecer traducción both-ways o bidireccional. Para AICE la calidad de la interpretación both-ways no solo no se resiente, sino que incluso puede ser mejor.
En mi experiencia (26 años como intérprete de conferencias en el mercado privado), si bien es cierto que cuando un intérprete interpreta hacia su lengua materna (A) el resultado luce más, queda más bonito, su trabajo no es necesariamente más correcto ni más exacto. Cuando ese mismo intérprete traduce desde su lengua materna (A) hacia su otra lengua «activa» de trabajo (B), capta y entiende absolutamente todos los matices, las frases hechas, los ejemplos, alusiones y sobreentendidos propios de su idioma materno, así como las diferencias de acentos. No se le escapa nada, y eso aporta un plus de calidad que compensa el posible ligero acento que pueda tener al traducir hacia su lengua B.
Otro argumento importante a favor de las cabinas both-ways es el ahorro de costes para el cliente, que para una reunión con público español y algunos oradores extranjeros que hablan en inglés puede contratar a dos intérpretes y una cabina en lugar de cuatro intérpretes y dos cabinas que supondrían las «cabinas puras». ¿Compensa, especialmente en tiempos de crisis, duplicar los costes de interpretación de un evento para no oír un ligero acento en los intérpretes cuando traducen hacia su lengua B? Dejaré para el final del artículo la respuesta a esta pregunta. Antes quiero hacer un breve repaso a la literatura sobre el tema de si la dirección de la interpretación influye o no en la calidad del resultado.
La tesis doctoral de Jan-Hendrik Opdenhoff, de la Universidad de Granada, realiza una revisión en profundidad de las investigaciones sobre la direccionalidad. El autor explica que hasta principios de los 90 hubo dos posturas opuestas en el mundo de la interpretación: mientras para la Escuela de París la única dirección válida era la interpretación hacia la lengua materna, los representantes de la Escuela Oriental/Soviética defendían en cambio la interpretación desde la lengua materna hacia la lengua extranjera como la más apropiada, al considerar que es más importante el proceso de comprensión que el de producción.
Cuando escuché la conferencia de este investigador y leí su tesis doctoral comprendí algo que llevaba 25 años intuyendo. No está claro que una dirección produzca mejores resultados que la otra. Es más, existen publicaciones con argumentos a favor de la interpretación B-A (básicamente la mejor calidad de la producción) y otros trabajos que esgrimen argumentos a favor de la interpretación A-B (básicamente la superioridad de la comprensión en lengua A y por tanto la mejor calidad si no de la forma al menos sí del contenido de la producción).
En realidad hay múltiples realidades dependiendo de las particularidades del intérprete (por ejemplo su experiencia, su combinación de idiomas, en qué medida está acostumbrado a traducir A-B, su conocimiento de la terminología técnica del congreso), el orador (si es o no nativo de la lengua en que da su conferencia, si está leyendo o hablando, si habla bien, si habla deprisa, si vocaliza y entona adecuadamente, etc.), el oyente (su país de origen, sus preferencias, su nivel de tolerancia ante acentos no nativos), el contexto comunicativo (curso, conferencia, rueda de prensa), el tipo de interpretación (simultánea, consecutiva…), el tema de la conferencia (técnico, político, generalista). Es imposible generalizar y afirmar, con argumentación científica, que una de las direcciones es mejor que la otra. De ahí que AICE considere que ambas direcciones son válidas y que defienda por lo tanto las cabinas both-ways, pues ambas direcciones tienen sus ventajas y sus inconvenientes.
La demanda de atención en el proceso de comprensión es mayor que en el de producción. De ahí que, al contrario de lo que pueda pensar mucha gente y a diferencia de lo que sucede en la traducción escrita, al intérprete a veces le resulte más fácil interpretar desde su lengua materna (lengua A) hacia su lengua no materna (lengua B) que viceversa, especialmente si el orador está leyendo deprisa, tiene un acento fuerte o si se trata de un tema complicado. Denissenko defiende que cuanta más atención se necesite en la fase de comprensión peor será el resultado de la producción.
Aunque los conocimientos activos sean menores en la lengua B, el intérprete que domine bien su lengua B será capaz de transmitir correctamente la totalidad del sentido, siendo un posible déficit de expresión menos grave que las omisiones de sentido en el discurso reproducido, concluye Denissenko. De hecho, son numerosos los investigadores que defienden que los errores y omisiones durante la fase de comprensión son irreversibles mientras que los errores cometidos en la fase de producción se pueden corregir. No se puede interpretar aquello que no se ha comprendido. Según estos mismos investigadores si bien es cierto que los errores lingüísticos de presentación son más frecuentes en la combinación A-B, también lo es que la transmisión del sentido en intérpretes profesionales es prácticamente igual en B-A que en A-B. Curiosamente los intérpretes principiantes cometen menos omisiones y errores de contenido cuando interpretan de la lengua A hacia la lengua B. Tommola, Laine, Sunnari y Rinne, en un análisis neurolingüístico realizado en 2000 con tomografía PET analizan la ejecución de ocho intérpretes profesionales y comprueban una mayor precisión en la combinación A-B.
El que un intérprete no capte un matiz del discurso del orador puede causar un error en el resultado y cambiar totalmente el sentido del mensaje original. En cambio un ligero acento o un pequeño error de concordancia lingüística no parecen tener efecto en la percepción de los oyentes.
Un factor importante que a veces ignoramos es la percepción de los oyentes frente a una interpretación no nativa. Según diversas investigaciones (Gile, Kurz, Donovan, Moser), la direccionalidad no es lo importante para los oyentes, sino que son más importantes la correcta transmisión del sentido y la cohesión lógica. En otras palabras, para los oyentes es más importante el contenido que la forma. Curiosamente parece que somos los propios intérpretes los que atribuimos más importancia al acento nativo y al correcto uso de la gramática, más incluso que los propios oyentes (Kurz).
En su tesis doctoral, Opdenhoff realiza un análisis pormenorizado de numerosos estudios y publicaciones y afirma que «no hay conclusiones contundentes sobre cuál de las direcciones produce mejores resultados… Las doctrinas de direccionalidad carecen de fundamento sólido para ser sostenidas. Esperamos que los resultados presentados contribuyan a crear una actitud más abierta hacia la interpretación A-B».
Como conclusión, no está demostrado que haya diferencias de calidad en la interpretación A-B y la interpretación B-A, por lo que volviendo a la pregunta con la que comenzaba mi artículo, ¿compensa, especialmente en tiempos de crisis, duplicar los costes de interpretación de un evento para no oír un ligero acento en los intérpretes cuando traducen hacia su lengua B? La respuesta, en mi opinión, es que no solo no compensa sino que no tiene sentido. Las cabinasboth-ways o bidireccionales dan la misma calidad, o incluso mejor, que las cabinas puras.